El canario intentó negociar su libertad diciendole al hombre:
-¿Qué quieres hacer conmigo? Sabes soy muy pequeño y apenas si tengo la piel sobre los huesos. Dame la libertad y yo te diré tres verdades que te serán muy útiles en la vida.
-¿Pero cómo sabré que tus verdades tienen valor para mi? replicó el hombre.
- Es sencillo: Te diré la primera verdad mientras estoy todavía en tu puño; de este modo podrás juzgar por ti mismo su valor, mientras estoy en tu poder.
Te diré la segunda verdad cuando haya alcanzado la rama de ese árbol; si dudas de su interés, todavía me podrás alcanzar con una piedra. Finalmente, te diré la tercera verdad, la más justa, cuando ya vuele por el cielo.
El hombre encontró aceptables esas condiciones; después de todo, tampoco tenía nada que perder. Así pues, le pidió al pájaro que le revelase la primera verdad.
-He aquí la primera verdad respondió el pájaro. "Si pierdes alguna cosa, aunque se trate de tu propia vida, no debes lamentarlo".
El hombre sonrió. Ah! se dijo. He aquí una verdad profunda. El desapego de las formas exteriores es el secreto de la verdadera libertad. Y dejó que el pájaro volase hasta la rama de árbol, desde donde le este le dijo:
-He aquí la segunda verdad: "No creas todos los absurdos que te dicen, a menos que se te proporcione la prueba".
El hombre asintió una vez más. Decididamente, este pájaro es un gran sabio, se dijo. Esta verdad es tan justa como la primera. El hombre se encuentra atraido de forma natural por la mentira y por la ilusión, causante de su codicia y de su falta de deseo de la verdad. De ese modo se le puede hacer creer lo que sea. Y dejó que el pájaro volase al cielo.
Pero apenas había abandonado la rama cuando el pájaro se puso a gritar:
-¡Desgraciado! No sabías que yo me había tragado dos enormes diamantes, gordos como tus puños. Si me hubieras matado habrías hecho fortuna.
Al oir tales palabras, el hombre montó en cólera e intentó tirar piedras al pájaro, pero este se hallaba fuera de su alcance ya.
Entonces el hombre empezó a lamentarse por su suerte y a dolerse por la fortuna que habia dejado volar tan estupidamente. Y en esto escuchó al canario que estaba riendose.
-¿Porqué te ríes?, preguntó el hombre, ¿Te estás burlando de mi?
-Si, respondió el pájaro.
Porque tu codicia te hizo olvidar las dos verdades que te había enseñado.
Te dije que no había que lamentar jamás una cosa, aunque fuera tan preciosa como la vida, y tu te lamentas de haberme liberado.
Además te dije que no creyeras cualquier cosa sin una prueba, sobretodo cuando es algo que va contra el sentido común.Ahora bien, me has creido cuando te he dicho que me había tragado dos diamantes tan gordos como tus puños, cuando lo cierto es que todo mi cuerpo cabe en la palma de tu mano.
El hombre lleno de confusión, no se atrevió a decir nada más.
Pero el pájaro continuó:
- Eres un necio, y no mereces ni siquiera las verdades de un canario.
Sin embargo, voy a decirte ahora mismo la tercera verdad, la más justa de todas.
-He aquí, la tercera verdad:
"Por culpa de su codicia y de las limitaciones de que es prisionero, de las cuales no logra librarse, el hombre se verá siempre pegado a la superficie de la tierra y jamás podrá volar".
Y el pájaro remontó su vuelo hacia lo más alto del cielo,
mientras el hombre se quedaba tristemente en la tierra.
Un abrazo. Mari Cruz
Moraleja: La codicia se muestra sorda a las palabras de al verdad.
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