lunes, 20 de julio de 2009

Pétalo 119 :) A quién regalar la varita mágica

Existía una próspera comarca en el norte de China.

Su emeprador había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un samurai que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:

- Hombre piadoso, tu emperador quiere que tomes esta varita de bambú,  que recorras todo el reino con ella, y verás lo que debes hacer con ella.

- Mi señor así lo haré, lo único a destacar es que esta simple varita de bambú para mi emperador para mi será una varita mágica. 

De acuerdo sabio samurai, llámala como desées, viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña, varita de bambú o si lo prefieres varita mágica.

- Aunque no reconozca otro emperador que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte y porque todo ello proporcionará aprendizaje a muchas personas. Me pondré en camino enseguida, así antes terminaré el cometido. 

El samurai cogió la varita que le había dado el emperador y partió raudo veloz a cumplir su misión.

Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India y China.

Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto.

Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey a reflexionar sobre lo ocurrido. 

Tuvo entonces noticias de los sanadores reales acerca del emperador, parece que este había enfermado de gravedad dado su avanzada edad y corrió hasta sus aposentos.

Los médicos le explicaron al samurai que el monarca estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos.

El samurai se aproximó al lecho del moribundo.

Con voz quebrada pero audible, el emperador se lamentaba:

- ¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! ay ...

Toda mi vida acumulando enormes riquezas y ...

¿Qué haré ahora para llevarlas conmigo?

¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!

El samurai entonces le entregó la varita mágica al monarca.

El emperador se fue sin sus riquezas, llevando gran pesar consigo.

Un abrazo. Mari Cruz 

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